El papa Gregorio IX le excomulgó y tildó de Anticristo debido a que era un Hohenstaufen apoyado por los gibelinos y a que había incumplido las promesas de cambiar su política antivaticana, negándose a condonar la deuda pontificia y a renunciar a ser legado apostólico en el Reino de Sicilia, además de demorar la cruzada apalabrada. En cambio, gozaba de un gran prestigio por sus vastos conocimientos, su protección de las artes y las ciencias, y su desprecio por los convencionalismos sociales. Le apodaron stupor mundi (asombro (...)
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