A lo largo de la historia, distintas potencias beligerantes han experimentado con ellas para el desarrollo de armamento debido, entre otros factores, a su bajo coste económico y su elevada capacidad destructiva en objetivos civiles y militares. Tanto la ONU como distintas convenciones internacionales, conscientes de la capacidad y la facilidad de destrucción de los mismos, han establecido convenios de regulación para evitar su uso y proliferación.
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