«[…] La película se desarrolla con un tono insulso […]», escribía el año de su publicación Bosley Crowther para el New York Times, a riesgo de tirar por tierra una futura joya del séptimo arte como iba a ser La soga (1948). [...] Y es que, tras el velo de absurda simpleza que cubre el argumento, se esconde un trasfondo filosófico, y también un despliegue técnico, realmente espectacular. Ochenta minutos de plano secuencia dentro de la casa de Brandon, durante los que Hitchcock mezcla el suspense, el debate filosófico, la comedia...
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