Uno de los detalles más hermosos y menos conocidos de la perdida era de los grandes veleros es el hecho de que funcionaban con música. Las decenas de velas, los mástiles, jarcias y vergas que formaban el aparejo estaban sujetos y se maniobraban por medio de cabos, cada uno de los cuales tenía su propio y único nombre; una parte fundamental de la formación de las tripulaciones era aprenderse estos nombres de modo instintivo en cada barco para poder recibir órdenes en una emergencia a las que reaccionar instantáneamente y sin pensar.
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