Hace unos meses la hija de unos amigos pasó por una “fase tu-tú”, o lo que es lo mismo, solo quería llevar un tu-tú rosa, le daba igual si sólo o encima la ropa, y mi hijo pidió uno también ¿cómo iba a ser él diferente a su amiga del alma? Y ahí estaban nuestros pequeños vástagos, felices, disfrutando de sus etéreas prendas de baile y haciendo lo que todo ser humano debe hacer cuando lleva uno: bailar, saltar, correr y dar vueltas sobre si mismos, cuando un conocido se aproxima y me espeta un: “me lo vas a amariconar”.