Eran las 9.30 del 1 de noviembre de 1755 cuando los habitantes de Lisboa se vieron sorprendidos por un terrible terremoto. El seísmo, de una magnitud estimada en 8,5, fue seguido de un tsunami y un incendio que devastaron la capital portuguesa. Miles de personas murieron. Pero las consecuencias del fenómeno traspasaron las fronteras lusas. Las provincias más próximas al epicentro, Huelva, Cádiz y Sevilla, fueron las más castigadas.
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