Durante la Antigüedad tardía y los primeros siglos de la Edad Media, Roma, sufre un proceso de transformación en la distribución de su población. A partir de la segunda mitad del VI siglo d.C., el área del Foro y del Coliseo, junto con las colinas más lejanas del Tíber, son abandonadas. Los acueductos, carentes del mantenimiento y de las reparaciones necesarias ya no pueden abastecer esas zonas de agua. Debido a la acumulación de escombros y depósitos el nivel del suelo se elevó considerablemente, quedando algunas de las ruinas a medio enterrar
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