En una sociedad regida y dirigida por el dictador y la Iglesia, era lógico que curas y monjas echasen una mano en esto de ponerle fin a la pertinaz sequía con rogativas antisequía y sacando los santos a la calle (supongo que por aquello de que “el agua es un regalo de Dios”). Aunque a veces había falta de fe, como cuando aquel cura dijo a sus feligreses…Hermanos, os dije que la fe mueve montañas, pero veo que no tenéis fe suficiente. Hemos venido para pedir la lluvia al Señor y ninguno de vosotros ha traído paraguas.
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