¿Por qué no crear una máquina que reuniera las capacidades de un buldócer con la agilidad de un automóvil? Una cosa era tener la idea y otra muy diferente fue materializarla: le costó década y media llevar a la vida el prototipo de su “Rhino“ (lo de llamarlo “rinoceronte” fue algo natural, pues el pesado prototipo tenía especial tendencia para salir airoso de los lugares llenos de barro).
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