No era un agente encubierto al servicio del franquismo, pero fue de los pocos artistas españoles que en 1971 viajaron hasta Rusia, en plena Guerra Fría, y fue recibido entre ovaciones, desmayos y recepciones oficiales a las que asistieron dirigentes soviéticos. Un año antes, sin saber exactamente porqué, sus películas se estrenaron en las principales ciudades del país y lo hicieron perfectamente dobladas al ruso. Se programaron sin descanso y, durante varios meses, se formaron grandes colas para estar ante la voz y el rostro del gran Raphael.
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