Un reciente estudio siguió el recorrido de una empresa de ingeniería chilena que decidió cambiar su idioma corporativo del español al inglés. Las motivaciones fueron las habituales (llegar a un público más global, ganar clientes que no hablasen español y facilitar las comunicaciones con la sede corporativa de los Estados Unidos), la compañía hizo un esfuerzo inusual para garantizar que todos sus miembros terminasen hablando fluidamente el idioma, contrató a tres especialistas y estableció clases programadas cada semana.
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