Ser mujer y pertenecer por derecho propio a una pandilla es raro, aunque las hay. La mayoría no ocupa un rol central en la estructura y se limita a desempeñar tareas periféricas, aunque vitales para el grupo. Aun así, se las considera figuras de segunda categoría y suelen ser el blanco de una violencia atroz. BBC Mundo habló con tres de ellas.
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