Medir el tiempo es una obsesión muy antigua, tanto que se originó ya en la Prehistoria -en el Mesolítico, para ser exactos- impulsada probablemente por la necesidad de llevar un control de los ciclos agrícolas. Desde entonces todas las culturas y civilizaciones desarrollaron su calendario, unas de forma original y otras copiando otros modelos, éstas solar y aquellas lunar, en unos casos estrictamente de cómputo y en otros con carácter más bien religioso.
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