Muchos soldados no entendieron por qué no obligaron al emperador de Japón a asistir al acto de rendición. Una vez concluyó la II Guerra Mundial, los gobiernos de la Unión Soviética, Australia y China presionaron al presidente Truman y al general MacArthur para que llevaran al emperador Hirohito ante un tribunal para juzgarlo como criminal de guerra.
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