Las ballenas no limpian sus oídos. Año tras año su cerumen se acumula, dejando tras sí una especie de historia de vida contada en ácidos grasos, alcoholes y colesteroles. Pero el cerumen humano no es tan interesante y la mayoría de nosotros elimina su acumulación sistemáticamente. Sin embargo, la sustancia oculta cosas fascinantes.
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