"Una de las cosas que más llamó la atención a los romanos cuando llegaron al territorio vasco fue que las mujeres se quedaran con la casa, y que a su vez estas dieran dote a sus hermanos para casarse. Eso, para una cultura como la romana, era un escándalo. No podían entender que una propiedad quedara en manos de una mujer y que ella lo repartiera". En esos caseríos había una silla con reposabrazos, la única de todas las sillas de la casa que contaba con reposabrazos y pertenecía siempre a la "etxekoandre" (mujer de la casa), la propietaria.
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