Entrar en un bar murciano y pedir una zuzuvecha no es sinónimo de equivocación lingüística. Ni tampoco de excentricidad: sin más, se está demandando una marinera bien hecha, que no es lo mismo que un marinero ni una bicicleta, ni en la vida real ni en la nomenclatura gastronómica. La comunicación cliente-camarero parece claramente imposible, a no ser que la conversación tenga lugar en Murcia
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