Los recuerdos de infancia de María Dueñas son los de una casa familiar grande y llena de gente donde aprendió a aislarse y a convivir con su imaginación, algo que después le ha servido para crear los mundos donde se desarrollan sus novelas. La primera vez que vi en mi vida a María Dueñas era sábado, estábamos junto a un quiosco de prensa de la calle Santa Engracia, de Madrid, ella llevaba un bolso marrón claro con el que se tapaba las rodillas y nos saludamos como si ambos viniéramos de un largo viaje en el que habíamos coincidido.
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