En los ochenta era habitual ver en los martes, el mercadillo de la localidad del norte de Cáceres, manojos de lagartos. Se consideraban un manjar: los lugareños salían al campo, los cazaban y los vendían. Además, eran económicos y quienes los degustaron comentaban que su carne se parecía a la del pollo pero más sabrosa. Nunca los probé, en mi casa no eran dados a experimentos culinarios, pero años después dejé de verlos en el mercado: no es que los gustos hubiesen cambiado, sino que la población de reptiles había descendido tanto que pasaron a
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