En septiembre de 1976, un paquete que contenía un frasco brillante, en un termo azul llegó al Instituto de Medicina Tropical de Amberes, Bélgica. Peter Piot estaba ese día trabajando en el laboratorio, un científico de 27 años de edad. El termo llevaba en su interior un par de frascos de sangre junto con una nota. La sangre provenía de Zaire, hoy República Democrática del Congo, en la nota su compatriota comentaba que la sangre era de una monja belga, que había caído enferma con unos síntomas de una enfermedad que no podía identificar.
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