Durante muchos siglos, la curiosidad respecto a algunos temas se consideró un impulso inútil y nocivo. A partir del Renacimiento, esa visión cambió y dio lugar a la revolución científica que transformó el mundo. La ciencia siempre ha estado motivada por preocupaciones prácticas de la sociedad y así debe ser. Para cualquier sociedad es saludable dejar espacio para investigaciones sin objetivo práctico
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