Cuando Ray Lussier llegó al Boston Garden el 10 de mayo de 1970, aún no sabía que iba a hacer historia del hockey. Había entrado por la puerta destinada a la prensa y cruzado los pasillos bajo el graderío en dirección al estrecho cubículo que le había asignado un delegado de los Bruins. Montó su Nikon y comprobó que podía mover la cámara entre el trípode y el agujero que tenía enfrente, en medio de las vallas protectoras.
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