La crónica cuenta que por la noche del 23 al 24 de septiembre ed 1906 se abalanzó sobre la capital vizcaína una lluvia de codornices que sorprendió a propios y extraños. Estas aves cayeron sobre las calles, el río y muchas quedaron enredadas sobre los cables de telégrafo y teléfono, de donde fueron recogidas con cierta profusión por los bilbaínos.
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