La gaviota se mueve entre las palomas de la plaza de Catalunya con movimientos casi felinos. Agacha la cabeza como los leopardos. Pero en este Serengueti urbano no hay maleza. El propósito no es que ocultarse, sino lograr un cierto disfraz. Al agacharse su altura no es mucho mayor que la de una paloma. La gaviota camina y selecciona su presa. La elige y acelera. De un golpe la desestabiliza cuando intenta alzar el vuelo y de inmediato se da un festín. Lo que más llama la atención a Garcia es, sin embargo, que las palomas, muy mentecatas ellas,
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