Aunque es loable que los progenitores se ocupen de manera sistemática de la formación moral de sus hijos, no lo es menos que se proteja a los críos de esos «padres-helicóptero» que tienen «control parental» sobre todo –desde lo que se hace en la escuela, al expreso sentido educativo de cada juego y actividad de ocio de sus vástagos–, sin dejarles margen para catar otros valores distintos al de la ortodoxia familiar. Pues esos márgenes fuera de control, y de las contradicciones que experimentan, se nutren la autonomíay el pensamiento crítico.
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