En aquel terrible Madrid de agosto del 36, cuando el terror llegaba al máximo, apareció una noche en Claridad un artículo de Margarita Nelken en que pedía a las milicias no se limitaran a asesinar hombres, sino que incluyeran en «los paseos» a las esposas, novias o hermanas de los perseguidos. Estaba uno curado, al parecer, de espanto y sin embargo aquella especial incitación al crimen nos produjo la peor angustia.
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