Los galos, muy astutos, ya en el siglo XIX vieron el monstruo en que se estaba convirtiendo el país fundado por los piratas, y se apresuraron a alimentar el mito de que ellos son los deudores de la independencia de aquéllos. Del mismo modo, gastaron medios y recursos para cultivar unas relaciones privilegiadas con los gringos, lo que les fue muy útil en el siglo XX. En realidad los gringos deben su independencia a España, pero nuestro país, siempre tan torpe en asuntos propagandísticos, nunca consiguió hacerse reconocer ese mérito.
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