Imagina sentirte tan estafado que decides tallar una queja en arcilla. En el 1750 a. C., un comerciante llamado Ea-nasir recibió la reclamación de un cliente en una tablilla de barro y la conservó para la posteridad en su casa de Babilonia. Hoy, esa tablilla es considerada la queja por escrito más antigua de la historia.
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