Croan oscuras como el tizón, ocultas entre la vegetación de una charca a un escaso kilómetro del epicentro del desastre nuclear. Son distintas al resto de sus congéneres, que lucen una piel verde vibrante. Habitan uno de los lugares más siniestros del planeta: la zona de exclusión de Chernóbil. “Nunca había visto algo así”,
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