Es primavera de 2011. Arrecia la crisis. Todos mis amigos han emigrado hacia latitudes más frescas donde se valoran mejor los cerebros. El éxodo ha sido lento pero inexorable. Londres, Oslo, diversas ciudades de Alemania, sur de Francia… Se han ido todos. Los mejores de nuestra promoción. Sólo quedo yo, en trámites de depositar la tesis y planteándome si también me voy o, si por el contrario, abro la vía prácticamente inexplorada de buscar trabajo aquí, fuera del mundo de las becas y de la investigación universitaria. Es un camino sin vuelta...
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