El 26 de febrero de 1917 el Isaac Peral sin ceremonia de entrega ni botadura, se da a la fuga en dirección a las Islas Canarias, teniendo que recorrer 4000 millas, lo que excedía en mucho la autonomía del submarino, con una dotación sin experiencia alguna en navegación sumergida, en un viaje no exento de averías y adversidades. Lo escoltaba el trasatlántico Claudio López, que incluso servirá de remolcador durante parte de la travesía.
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