11 de septiembre de 1973. De entre las humeantes ruinas del palacio de La Moneda, bombardeado por su propio ejército, se apaga el eco del último discurso radiofónico de Salvador Allende. Pocos días después, la terrible dictadura de Pinochet manda a la selección nacional a Moscú, como ejemplo de normalidad que oculte la sangre. Empate a cero, sin cámaras ni periodistas y con las familias de los jugadores chilenos vigilados en su país. La clasificación para el Mundial de Alemania 1974 se decidiría en el partido de vuelta, en Santiago de Chile.
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