La posibilidad de desarrollar una política cinematográfica sucedió porque las grandes fuerzas que formaban el Estado –la Iglesia, la Patronal, la Falange y el Ejército– intervinieron o aportaron a esa política unas prácticas de raíz guerracivilista y fascista. Ya tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa se había hecho evidente que no se podía gobernar sin una política de comunicación audiovisual. En España, durante la guerra civil, tanto el bando republicano como el nacional utilizaron el cine.
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