En nuestros tiempos, la lectura y el placer son parte de un mismo principio. Naturalmente, el placer puede prescindir de la lectura, como lo evidencia la enorme cantidad de actividades placenteras en las cuales no están presentes los libros. No obstante, la lectura no puede escapar del placer; en ocasiones, un placer esforzado, cuesta arriba, pero placer al fin. Esto no siempre fue así. De hecho, fueron las mujeres las que nos enseñaron a leer por placer.
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