En el ocaso de su vida en una prisión francesa, el criminal de guerra nazi Klaus Barbie afirmaba que su conciencia estaba tranquila, extrañaba visitar las tumbas en Bolivia de su esposa e hijo y se consideraba un "pobre diablo". La intimidad de Barbie en ese momento queda expuesta hoy en las cartas enviadas a su mejor amigo en Bolivia, Álvaro de Castro, entre 1983 y 1991, citadas en el libro Klaus Barbie. Un Novio de la Muerte, publicado estos días en La Paz.
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