Con la llegada de la Segunda República, la Compañía Trasatlántica Española, profundamente monárquica, perdió el contrato vigente entre la empresa y el estado, además de verse obligada a cambiar el nombre de algunos de sus barcos, entre ellos el Alfonso XIII que pasó a llamarse Habana. El golpe de estado del 36 cogió al Habana en Santurtzi preparándose para un nuevo viaje a América, pero su partida quedó suspendida por el conflicto. La llegada de la guerra a Gipuzkoa obligó a requisar el trasatlántico y destinarlo a alojamiento provisional.
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