En algún lugar de la Ciudad Vieja de A Coruña se escribió e iluminó hace cinco siglos una de las biblias hebreas más exquisitas del mundo. Su dueño, un judío llamado Isaac, huyó con ella a África y la salvó de los Reyes Católicos y la Inquisición. El manuscrito desapareció durante 300 años sin que los historiadores hayan sido capaces de averiguar dónde y en manos de quién estuvo durante tanto tiempo.
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