Pero luego, por solo unos segundos de vídeo, algo extraño se movió en la distancia. Jamieson rebobinó y volvió a reproducir la corta secuencia. Y otra vez. En su pantalla, captada por la luz emitida por el sumergible, había una forma nebulosa pero reconocible: un calamar. Navegaba justo por encima del lecho marino un kilómetro y medio más profundo de lo que nadie había visto antes un calamar.
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