A mediados del siglo XIX Lady Franklin llegó a la isla escocesa de Unst en busca de ayuda. Su esposo, el Capitán Franklin, había partido en mayo de 1845 para encontrar la ruta marítima que uniría el Atlántico y el Pacífico por el norte de Canadá. A pesar de la amplia experiencia de Franklin en misiones como esa, nada se sabía de su destino, y eran pocos los que confiaban en que los 128 hombres que le acompañaban habrían salido indemnes de un viaje tan largo como complicado.
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