En junio de 1983, Barcelona estrenaba la Plaza de los Países Catalanes, frente a la Estación de Sants. El espacio, concebido por los arquitectos Helio Piñón y Albert Viaplana, inauguraba un modelo minimalista de actuación pública basada en el hormigón, el mármol y el granito. La plaza presentaba un diseño lineal, sin apenas mobiliario urbano ni rastro de vegetación. Un año después, en 1984, recibió el premio FAD de Arquitectura e Interiorismo y pronto se convirtió en un prototipo del denominado urbanismo duro, que se expandió como la pólvora a
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