La ciencia recomienda mantener las semillas a una temperatura de 18 grados Celsius bajo cero para asegurar una conservación óptima a muy largo plazo. En Svalbard, esa temperatura se alcanza mediante un sistema de refrigeración artificial. Si el sistema falla, se supone que las cámaras de la bóveda aún tardarían semanas en alcanzar los tres grados bajo cero que tiene la roca de las paredes de la bóveda, pero esa temperatura ambiental depende del clima.
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