Enfrentadas en todo lo demás, hay algo en lo que la derecha exquisita, esa que siempre mira con un leve mohín de distante estupor estético cuando se le mienta la identidad nacional, como la izquierda de andar por casa, esa otra cara de la misma moneda que hoy apela al "discurso del odio" para tratar de deslegitimar a quienes propugnan límites a los flujos migratorios intercontinentales, coinciden, sin embargo, en su entusiasmo ecuménico por el muy elegante, juvenil, telegénico y modernísimo, sobre todo modernísimo, primer ministro de Canadá, es