La respuesta más fácil es recurrir a los bajos instintos del wasp, es decir, el hombre blanco, anglosajón y protestante que, en las últimas décadas, ha visto perder su hegemonía económica y política, en correlación a la misma pérdida de hegemonía de Estados Unidos como única superpotencia global. Esta respuesta sería demasiado fácil y no tendría en cuenta la imparable decadencia demográfica de este grupo de población...