Nunca está justificado distorsionar los hechos al servicio de una causa social o política, por justa que sea. Si la causa es verdaderamente justa, entonces puede defenderse aceptando plenamente los hechos del mundo real; si eso no se puede hacer, entonces la causa no es justa. Y cuando una organización que se proclama científica distorsiona los hechos científicos al servicio de una causa social, socava no sólo su propia credibilidad sino la de la ciencia en general.