El laborista británico, al que muchos veían un político gris, resurge gracias a la energía de movimientos sociales como el que impulsó Bernie Sanders en EE UU. Ambos se alimentan de la energía y la rabia de unos votantes insatisfechos, indignados y cansados tras años de recortes y de escuchar los mismos mensajes de unos políticos que les resultan demasiado similares; sean del partido que sean. Ambos han conectado, además, con los votantes jóvenes, una generación tradicionalmente alejada de las urnas, que está acercándose a la arena política.