Cuando salen a la luz escándalos como el dieselgate de Volkswagen o leemos en la prensa un nuevo tiroteo en EE UU, bombardeo en Siria o denuncia de la deforestación y explotación que conlleva la producción del polémico aceite de palma (perjudicial para la salud y presente en multitud de productos cotidianos), los consumidores e inversores se replantean el uso y destino de su dinero, tanto el que gastan como el que invierten, bien sea a través del banco o de gestoras de fondos.
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