Murcia ciudad tiene mucho de marciana, de secarral y huerta, de trópico inquieto. De resistencia y decepción, pero también es azahar, bicis y plazas. Se resiste y te abrasa, pero paseas por sus calles y te reconcilias sin remedio. Habla muchas lenguas y tiene más colores de los que puedes ver en una aséptica urbanización de las afueras. Conoce sus cicatrices, algunas se ven y otras gritan sin remedio. Una noche aparece una pintada: «sobran inmigrantes» y al otro día amanece con un «sobran ignorantes».
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