La imagen del Parlamento murciano ardiendo aquel 3 de febrero de 1992 tras el lanzamiento de varios cócteles molotov contrasta, y de qué manera, con los fastos de esa otra España que se mostraba al mundo –juegos olímpicos y exposiciones universales mediante– confiada y moderna. Una euforia generalizada que encontraba su contrapunto más poético en las cortinas llameantes de la Asamblea Regional de Murcia.
|
etiquetas: parlamento murciano , revuelta obrera , 1992