Nos gusta dar por hecho, incluso a pesar de los recortes, derechos como la educación o la sanidad pública, pero nos cuesta una barbaridad imaginarnos una sociedad en la que nuestras necesidades mínimas de subsistencia estén cubiertas por una renta básica universal e incondicional. ¿Por qué no somos capaces de ver que el taburete sobre el que reposa nuestro bienestar físico y psicológico necesita un mínimo de tres patas?
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