La buena noticia es que el crecimiento registrado en el mes de julio ha evitado que la economía británica entre en recesión. La mala es que el crecimiento de los últimos 12 meses es el más débil en un año desde hace casi una década. Consecuencia: el Banco de Inglaterra ha recortado las previsiones de crecimiento de los próximos tres años y el voto favorable de dos de los nueve miembros de su Comité a un inmediato recorte de tipos ha puesto en cuestión la opinión de que el próximo movimiento sería una subida de tipos en la segunda mitad de 2020.
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